CONSULTORIO LECTURA:
LAS PREGUNTAS DE LOS PADRES

Muchos padres tienen dudas sobre la lectura de sus hijos. Aquí encontrarás algunas preguntas que han enviado otros padres y las respuestas de expertos en lectura infantil.
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¿Para qué edad necesitas respuesta?

De 1 a 3 años

Conviene propiciar el encuentro con la lectura, pero dando tiempo al niño para que se familiarice con el libro. Hay
que tener en cuenta algunos puntos…
Invítalo, no lo obligues: no conviertas la lectura en un ejercicio obligatorio. El niño puede estar predispuesto en determinados momentos y no en otros. La lectura es, ante todo, un momento de placer para él y para ti.
Tu voz es parte del juego: el niño es tan sensible al sonido y al ritmo de tu voz como a tus palabras. Desde muy pequeño, sabe por la entonación si estás alegre, nerviosa o un poco enfadada. Léele con naturalidad, deja fluir tus emociones.
¿Estamos a gusto? Ponte cómoda, para que él lo esté también. Siéntalo en tu regazo, con su espalda apoyada contra ti, y rodéalo con los brazos.
No intentes retenerlo. ¡Un niño disfruta tanto moviéndose! Y la apacible lectura-ternura no le interesa en este momento concreto. No te preocupes, si el cuento le gusta, volverá a acercarse.
No te desanimes. No es absurdo seguir leyendo en voz alta mientras él se da la vuelta y se monta en el triciclo. No
interrumpas la lectura: para que poco a poco maneje las claves del libro, debes enseñarle que hay un principio, un
desarrollo y un final.
Pónselo fácil. No conviertas el tiempo de lectura en un «acto solemne». Es importante observar sus reacciones.
Prestándole atención, conseguirás que se aficione a los libros.
Y no siempre te fíes de las apariencias, ¡puede que no se esté perdiendo ni un detalle, aunque aparentemente no te
esté prestando atención!

Hay libros para todos los gustos, para todos los niños. Elígelos  teniendo en cuenta su carácter o su estado de ánimo.
Si es mimoso. Léele libros con canciones y rimas que prolongarán el placer de las nanas. La sonoridad y los estribillos le descubrirán la música de las palabras.
Si es inquieto. ¿Por qué no un libro «gigante»? Así podrá mirar, tocar y soñar… casi escondido tras ese objeto enorme.
Si es juguetón. Le encantarán los libros sorpresa: solapas y objetos o personajes que aparecen y desaparecen. Tiramos de una lengüeta y el columpio se mueve… ¡Magia!
Si es destrozón. Compra libros con las páginas de cartulina o de cartón. Ya se le pasarán las ganas de romperlo todo. Y los libros habrán «sobrevivido».
Si le gusta tocarlo todo. Pon en sus manos libros con texturas en las páginas: suaves como la piel de un gato, rugosas como la piel de una naranja… Podrá seguir el cuento casi con los ojos cerrados.
Si es observador. ¿Por qué no un libro sin texto, lleno de imágenes? Buscará encantado el pajarito en el nido, el duende escondido tras la puerta…
¡Y no olvides las revistas pensadas para él! Ofrecen calidad y variedad: historias, juegos, rimas, recortables… Un contacto diferente con el texto y la imagen, que permite al pequeño disfrutar de un abanico de placeres más amplio.

Hay muchas e importantes razones para hacerlo. El niño o la niña de 1 a 3 años son curiosos por naturaleza. Las personas, los sonidos… ¡todo les interesa! En los libros, van a encontrar una entrada al mundo. El libro es un encuentro: el pequeño comprende enseguida que el libro propicia una cita agradable. Y se acomoda en tu regazo por el gusto de estar a tu lado. Un comienzo perfecto. Además, 
el libro le habla: ¡hay tantas cosas que siente y que aún no sabe decir porque no conoce las palabras! En los libros, encuentra emociones y sentimientos que él mismo experimenta. Pero el libro también le hace hablar: ¿aplaude o sacude los pies mientras te escucha? Es su forma de decirte que le gusta. En cada etapa, de forma diferente: al principio, con todo su cuerpo y sus primeros balbuceos. Luego, con las primeras palabras y, finalmente, con una expresión verbal más completa.
El libro le abre puertas al mundo: te escucha, mira las imágenes y aprende a reconocer simbólicamente objetos, personajes y lugares representados en las páginas ¡Un medio fantástico para «apropiarse del mundo»! El libro le da confianza: tu hijo reconoce las imágenes y te lo dice. Tú te maravillas, y él se siente orgulloso. Este intercambio le infunde una confianza enorme para avanzar en la vida.

Sueñas…
La sientas en tus rodillas y, por primera vez, le «cuentas un libro». Piensas que se quedará quieta, que querrá pasar las páginas, que se beberá tus palabras y que, tal vez, ¡casi seguro!, te pedirá que se lo vuelvas a contar. Pero los primeros encuentros con la lectura no siempre transcurren, ¡ni mucho menos!, como habíamos imaginado.

Pero resulta que…
Chupa el libro: lo agarra y lo huele antes de morder las tapas con obstinación.
Lo acaricia: pasa los dedos por las páginas como si quisiera atrapar las imágenes. ¡No comprendes la utilidad de esos gestos!
No para quieta: se sienta, se levanta, va, viene, corretea… se aleja, vuelve otra vez, se acurruca a tu lado, ¡y se marcha de nuevo!
Lo toma y lo tira: agarra el libro, lo suelta, vuelve a por él… ¡y al momento lo tira!
Lo rompe: empieza a arrancar una hoja, el papel se rasga, pero ella sigue tirando hasta el final… y continúa con la hoja siguiente.

Todas estas reacciones son su forma de valorar el libro y de hacerlo suyo. Pero no, desde luego: todavía no ha encontrado las claves para utilizarlo. Lo está conociendo, descubriendo y, por eso, tienes que ayudarla con mucha paciencia y con insistencia, pero sin obligarla.

Observa a tu hija: ya señala, reconoce. Antes, reconocía su biberón en cuanto lo veía. Ahora, es capaz de identificarlo en una ilustración. Es una actividad mental mucho más complicada, porque no está presente el objeto real, sino su representación. Sabe «leer» una imagen y, por lo tanto, descifrar un código gráfico.
Empieza a actuar. Ha comprendido el funcionamiento del libro: está escrito, por tanto, «habla». Y quiere «leerlo» como tú: lo sostiene del revés o lo hojea de atrás hacia delante. Te está imitando; aún no ha abordado el «sentido».
Te interrumpe continuamente. También ella tiene cosas que enseñarte en el libro. ¡Ya participa! Y le encanta contemplar tu cara de asombro.
No deja que cambies ni una palabra. ¡Ya está! Ha comprendido que los pequeños signos negros significan algo. Cuando relees un cuento, quiere oír exactamente las mismas palabras en el mismo lugar. Es lógico.
Sigue el hilo. Hasta hace poco, se detenía en cada imagen: disfrutaba fijándose en instantáneas. Era demasiado complicado para ella seguir la historia (secuencias encadenadas). Pero ha hecho progresos: habla mejor, forma «frases». Ahora sus pensamientos, más elaborados, se conectan entre sí. Ya es capaz de relacionar las secuencias y seguir el hilo del relato. Acaba de descubrir un placer nuevo: la emoción del suspense.
¡Tu hija ha recorrido un camino muy importante!

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De 4 a 6 años

Andar y hablar son dos momentos que marcan etapas en la vida de los niños. Tal vez leer sea el tercer gran paso hacia esa autonomía que van adquiriendo poco a poco.
Andar, o la llave del movimiento: entre los once y los veinte meses, los niños comienzan el proceso, tambaleándose, con miedo y, a la vez, con un impulso irresistible que los empuja a correr, aunque se caigan. Hasta que, un día, se sienten seguros y empiezan a dar pasos firmes.
Hablar, o la llave de la comunicación: prácticamente desde que nacen, los niños hacen ruidos a modo de lenguaje. Lentamente, los sonidos van convirtiéndose en «papapapás» o «mamamamás» interminables; luego en palabras sueltas. Por fin, llegan los grupos de palabras y las primeras frases…
Leer, o la llave del mundo: a los 6 años, leer no es una actividad nueva para los niños. Desde muy pequeños, han «leído» cuentos de la manera más gratificante: escuchaban una historia y la seguían en las ilustraciones, envueltos por el afecto de los padres y los maestros. Pero saber leer significa entrar en solitario en el universo de los textos. Y, hagan lo que hagan en la vida, el dominio de la lectura y la escritura les será imprescindible. ¿Cómo estudiar si no se entienden los textos? ¿Cómo cumplimentar un formulario administrativo si no se sabe escribir? ¿Cómo acceder al mundo técnico, científico, cultural…?
Para superar estas tres etapas, los niños realizan un gran esfuerzo y necesitan que sus padres y sus maestros los animen y los apoyen.

Si pensamos en las primeras clases de conducir, recordaremos la dificultad de coordinar los movimientos: los pies en los pedales, las manos en el volante, la vista en la carretera… Los niños se encuentran casi en la misma situación cuando aprenden a leer… ¡y solo tienen 5 o 6 años!
Aprender a leer es un reto nuevo… Para los niños: se acabó el pequeño y protegido entorno de la escuela infantil. Ahora, tienen que concentrarse más y durante más tiempo, jugar menos y moverse menos.
Para los padres: sus hijos han comenzado una etapa distinta de aprendizaje. Llevan una gran mochila repleta… Son «mayores» y no pueden faltar al colegio sin motivo.
No es una tarea fácil… Para los niños: tienen muchas ganas de aprender a leer y a escribir, pero han descubierto el significado de la palabra esfuerzo, tan unido al aprendizaje. ¡Y, a veces, se desaniman!
Para los padres: les preocupan las reacciones de sus hijos, sus logros y su desánimo. El fantasma del fracaso escolar anda siempre rondando… Los hijos los desarman cuando no quieren ir al colegio, se niegan a hacer los deberes porque están cansados o aseguran que la profesora les exige mucho.
Requiere tiempo… Para los niños: necesitan leer una y otra vez lo mismo, no lo entienden bien. Enredados en las sílabas y las palabras, pierden el hilo y el sentido de las frases.
Para los padres: se inquietan si sus hijos van más lentos que el resto.
Pero el camino que lleva a la lectura fluida no es una autopista: los niños tienen ritmos diferentes. Pueden estar en baja forma y frenar su proceso e incluso, temporalmente, pararse. Pero lo conseguirán.

Para empezar, su profesor o profesora domina la técnica para que los niños aprendan a leer y conoce el proceso, por eso se debe respetar su sistema de trabajo y confiar en él.
La labor de los padres es fundamental pero diferente. Es preferible que no intenten preparar con su hijo la lección siguiente: alterarían su ritmo y le crearían una situación discordante en el conjunto de la clase.
Es preciso confiar en los niños. Aprender a leer es importante y lo saben. Pero tal vez les cuesta empezar. Si los padres les transmiten confianza, los niños adquirirán seguridad.
Hay liebres y tortugas. La lectura es una carrera muy personal: unos empezarán a leer al final del primer trimestre; otros, al final del curso… Pero siempre habrá un segundo curso para retomar la lectura mecánica y conseguir una buena lectura comprensiva.
A veces, las menos, las dificultades que encuentran los niños son serias: los maestros detectan perfectamente el origen y son los más indicados para aconsejar a los padres.
Pero sí que hay pequeños trucos para practicar con papá o mamá…

  • para leer, vale todo: el texto de la caja de cereales, la etiqueta de la camiseta nueva…
  • leer por la calle: en las vallas publicitarias, en el autobús…
  • jugar a leer: hay palabras que el niño reconoce. Un buen ejercicio es jugar a reconocerlas en una página de una revista.
  • lectura práctica: hay que aprovechar que les encanta colaborar en casa: «Mira si está el azúcar en la lista de la compra».
  • leer a dos voces: el adulto lee una página, y el niño, otra.

Se atascan en alguna sílaba, en alguna palabra, van despacito, pero se puede decir que ya saben leer, aunque…
¿Tienen tiempo de leer? La lectura precisa tiempo y, quizás, a los niños no les queda demasiado, entre las clases, la natación, los juegos… Y leer también requiere cierta calma.
¿Les interesa lo que leen? Pueden desmotivarse a causa de un libro que no les gusta. Tal vez ha sido mal elegido o, sencillamente, no les resulta atractivo. ¡Pues nos olvidamos de ese libro! Habrá que buscar algo más adecuado.
¿Los padres y los maestros les leen aún cuentos? Hay un desfase entre lo que los niños son capaces de leer solos y la cantidad de temas que les interesan. Por eso, es necesario acompañarlos un poco más. Escucharán con verdadero placer historias algo más complicadas, que no lograrían entender bien si las leyeran solos.
¿Consiguen los padres un hueco para leer? Tal vez no. La familia, el trabajo, la casa… Imposible llegar a todo. Y, si hay que renunciar a algo, por supuesto se van dejando los pequeños placeres personales.
Los niños necesitan tiempo para tomarle gusto a la lectura. El placer de leer no surge en un instante. La televisión y los videojuegos tienen a su favor un atractivo inmediato. En un libro, en una revista, hay que descubrir el encanto página a página.

Hay que elegir bien: una buena lectura es un texto adecuado para su edad, que por supuesto conecte con sus gustos: misterio, animales… El resumen del dorso y una ojeada al interior pueden ayudar al adulto. Además, debe mantener un nivel de lenguaje accesible.

  • Las ilustraciones son importantes porque sirven para comprender mejor la historia.
  • Las revistas infantiles ofrecen enormes posibilidades, por su variedad de temas, imágenes y registros de lectura.
  • Una buena lectura no tiene por qué tener muchas páginas.
  • Las lecturas infantiles que los adultos recuerdan con placer no siempre gustan a los niños de hoy.
  • A veces, un buen libro resulta pesado. Es mejor dejarlo en reserva.

Algunas buenas ideas…

  • Regalar lectura: hay muchas ocasiones para hacerles un regalo, no solo en las fechas importantes. Y los cuentos son un regalo ideal.
  • Despertar su curiosidad: una ojeada a las ilustraciones o unas frases que resuman el tema pueden suscitar su interés por saber qué más pasa.
  • Compartir la diversión: «Yo te leo un capítulo, y tú me lees el siguiente». Una buena narración infantil compartida proporciona diversión a niños y a adultos y genera complicidad.
  • Llevar un amigo en el bolsillo: un libro, una revista se prestan, se llevan en la mochila, se usan en casa, en el colegio, en la playa… No importa que quede alguna «huella» en el papel.
  • Coleccionar: una biblioteca es una suma de historias y dibujos muy queridos que el niño ordena por colores, tamaños… También es un reflejo de su pequeño mundo.
  • Leer en casa: la familia confiere a los libros connotaciones de diversión e ilusión, frente a la obligatoriedad, más propia del colegio.

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De 7 a 8 años

¡Por supuesto que sí! Y es, incluso, muy recomendable. En primer lugar, porque los niños y las niñas de estas edades siguen teniendo la misma necesidad de contacto con sus padres que en aquellos «lejanos» tiempos en los que todavía no sabían leer de forma autónoma.
Por otra parte, la lectura en voz alta permite a los niños, acomodados cerca del adulto que lee, introducirse más fácil y plácidamente en los mundos imaginarios que presentan los textos.
Por último, la lectura escuchada, explicada por el padre o la madre, les permite acceder a textos más complicados que los que podrían abordar por su cuenta, en solitario.
El tiempo compartido en torno a la lectura constituye el apoyo, el estímulo más eficaz que los niños pueden tener. Y se puede prolongar mucho más allá de la etapa de la prelectura.

La lectura de cómics se suele ubicar de forma exclusiva en el terreno del ocio y el puro entretenimiento. Y, en consecuencia, está menos valorada.
Sin embargo, este tipo de lectura moviliza competencias fundamentales: la comprensión de la historia pasa necesariamente por el «diálogo» obligatorio y permanente entre el texto (en los bocadillos) y las imágenes. Sin esta participación activa, el lector o la lectora perdería por completo el hilo de la narración.
Por lo tanto, que no cunda el pánico. Los cómics no son, ni mucho menos, una pérdida de tiempo. Es posible que tu hijo todavía se sienta intimidado por un texto largo, sin imágenes. Ofrécele lecturas «pasarela»: las novelas gráficas o los álbumes ilustrados, por ejemplo, son excelentes opciones que le facilitarán la transición a una lectura más lineal.

En primer lugar, no debes culpabilizarte por no ser un gran lector. Además, ¿a qué te refieres con «no leer mucho»? Porque, en realidad, nos pasamos el día entero leyendo, incluso en internet.
Lo que importa a fin de cuentas es que tu hija esté en contacto con la lectura de forma habitual y que tú le hagas saber que aprecias y valoras los progresos que va haciendo.
Demuéstrale tu interés. Proponle ir juntos a la biblioteca del barrio y déjala elegir lo que le apetezca sobre la marcha. Aprovecha también para darte un garbeo entre los estantes: ¡es muy posible que te topes con alguna de aquellas lecturas que te marcaron de pequeño! Poneos cómodos y compartid lo que habéis elegido cada uno.

La mejor manera de comprobar que lo entiende es pedirle que te cuente lo que ha leído con sus propias palabras. Su capacidad de reproducir de forma resumida el texto escrito, empleando eventualmente algunos sinónimos, te va a dar la medida de lo que ha comprendido y retenido.
Prueba con lo que más le conviene: puede ser una lectura más larga, como un cuento, o una más «fraccionada» como un reportaje de una revista infantil sobre un tema que le guste, donde es más fácil captar el sentido general.
Cada cual tiene una estrategia de lectura aplicada al tipo de texto: una receta, un cuento fantástico, las instrucciones de una manualidad o de un juego… Es posible que tu hijo necesite hacer una lectura en voz alta. Es una etapa pasajera que no supone un problema: está claro que ya sabe leer antes de leer silenciosamente «dentro de su cabeza».

Es cierto que la lectura en una pantalla constituye una experiencia sensorial distinta a la lectura en un soporte de papel como un libro o una revista. Empezando por la postura que se adopta frente al ordenador o la tablet.
Por otra parte, un texto impreso en papel es, por definición, fijo. Por el contrario, el texto de un documento electrónico, dinámico, se puede desplazar a voluntad por la pantalla.
Ahora bien, una fase esencial de la lectura consiste en memorizar la posición de las palabras importantes en el texto. Y un informe reciente revela, además, que los adolescentes que leen mayoritariamente en papel tienen una mejor comprensión lectora.
En definitiva, no cabe esperar el mismo rendimiento en la lectura sobre una pantalla, pero eso no significa que tengas que privar a tu hijo, por ejemplo, de un juego educativo que le regalaron y que le gusta mucho.

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De 9 a 12 años

No debemos alarmarnos ante esta situación. La adolescencia y la preadolescencia son etapas del desarrollo en las que los chicos y las chicas redefinen sus gustos e intereses. A menudo, lo que hasta entonces les agradaba deja de tener interés y afloran nuevas inquietudes. Pueden ganar protagonismo en su vida la música, las series de televisión, las nuevas tecnologías… frente a otras actividades más propias de la etapa anterior.
En lo que a lectura se refiere, en la preadolescencia es normal que los libros que antes les gustaban dejen de motivarles y que les cueste encontrar lecturas más acordes con su momento vital; de ahí que, en algunos casos, se genere ese parón. La clave para “repescar” a esos lectores perdidos es dar con aquellos temas, con aquellos textos, que acompañen a los chicos y las chicas a transitar esa nueva etapa; textos en los que puedan reconocerse, en los que puedan verse reflejados y que también sean una ventana para abrirse al mundo. El abanico de opciones es enorme y cada lector habrá de explorar su propio camino.

En cualquier etapa del desarrollo, la premisa fundamental a la hora de elegir un texto es que este sea acorde con el nivel de comprensión lectora del destinatario. Si hablamos de preferencias concretas a esta edad, podríamos afirmar que “para gustos, los colores”. Lo que sí es común a la preadolescencia es la facultad de los chicos y chicas de dejarse llevar por una historia y vivirla con una gran intensidad.
Las novelas ricas en emociones y sentimientos, las de acción y aventuras, les hacen vibrar. Las novelas de corte realista, por otra parte, pueden ser un instrumento muy eficaz para asomarse al mundo real del que empiezan a tomar conciencia en esta etapa. También suelen tener éxito a esta edad las novelas-espejo, que son aquellas en las que los lectores pueden identificarse fácilmente con los protagonistas, porque esto les ayudará a comprender sus propias emociones y a reafirmar su personalidad.

Actualmente, los cómics están viviendo una edad de oro, tanto en cantidad como en calidad. Hay cómics para todas las edades: desde la infancia hasta la edad adulta. En los últimos tiempos, los superhéroes que nacieron del cómic y que pueblan el cine, la televisión, los juguetes y los videojuegos están regresando al papel con enorme éxito. Pero no solo de superhéroes vive el cómic; este formato puede albergar clásicos literarios, ficciones sobre los temas más variados, episodios de nuestra historia….
El cómic, que integra lenguaje verbal e icónico, contribuye a la mejor comprensión lectora y a la motivación. Es un formato muy afín al lector preadolescente, con el que se siente cómodo y que le garantiza diversión y entretenimiento. Proporciona una lectura fluida y ágil e incita a leer a quienes puedan verse abrumados por formatos con mucho texto. Es decir, fomenta el gusto por la lectura. También les da mucha autonomía: al ser historias contadas a partir de viñetas secuenciadas, es muy fácil seguir el hilo de la narración. Desde el punto de vista emocional, son muy evocadores y generan empatía, porque resulta muy fácil ponerse en la piel de los protagonistas, reconocer emociones a partir de imágenes e identificarse con ellas. Además, el cómic los prepara para enfrentarse a otro tipo de lecturas, allanando el camino para dar el salto a textos cada vez más largos.

No todos los buenos lectores adultos han sido necesariamente lectores desde la infancia. Posiblemente su afición empiece más tarde y, como padres, no debemos forzarles, aunque sí está en nuestra mano guiar o tratar de despertar esa chispa de interés. Hemos de esforzarnos en buscar libros que los estimulen, que sean acordes con su edad y con sus intereses. A esta edad los niños tienen un buen nivel de lectura y precisan textos con más páginas que en la etapa anterior y con temas cercanos a su realidad, sus aficiones y sus inquietudes.
Para acompañarlos en este proceso, podemos ayudarles en la búsqueda de libros con contenidos y extensión adaptados a su edad, que sean visualmente atractivos, con ilustraciones frecuentes y textos estructurados en capítulos cortos. También podemos dialogar con ellos durante la lectura e incluso compartir la experiencia lectora: leer el mismo libro, o pasajes de este, y hablar sobre la historia y los personajes, intercambiar opiniones e impresiones… Ese diálogo, sin duda, trascenderá los límites de la página y propiciará que hablemos de nuestros sueños, nuestras inquietudes, de la vida misma.

Aparte del papel de la escuela, los padres son intermediarios imprescindibles a la hora de fomentar la lectura en los niños. Podemos favorecer de muchas formas que nuestro hijo crezca en un ambiente en el que el hecho lector tenga un papel importante. En casa, hemos de crear espacios de lectura y propiciar que esta forme parte de la rutina diaria. Fuera de casa, podemos visitar con frecuencia librerías y pedir consejo a los libreros o acudir a las actividades para público infantil-juvenil que se llevan a cabo en estos espacios.
Por otra parte, las bibliotecas proporcionan a los niños el acceso a un sinfín de títulos, que pueden hojear y escoger libremente. El bibliotecario también puede orientarnos a la hora de elegir o darnos a conocer autores. Además, las bibliotecas acogen con frecuencia actividades relacionados con la lectura: cuentacuentos, clubes de lectura, etc. Las ferias del libro son una fiesta de la lectura, un evento especial, en el que los niños pueden ir al encuentro de sus autores favoritos y sentirse partícipes de la comunidad lectora.

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